Tenemos demasiado interiorizado el tópico de "calladita estás más bonita" y lo extrapolamos a todos los ámbitos desde muy jovencitas, con mil excusas por miedo a ser ridiculizadas y silenciadas.
Callamos.
Callamos lo que nos duele, nuestra historia y miedos;
Callamos cuando nos sentimos humilladas;
Callamos cuando nos sentimos acosadas intentando escabullirnos de ello sin que nadie se de cuenta, como si nosotras fuésemos delincuentes;
Callamos cuando alguien da su opinión gratuita sobre nuestro cuerpo, lo que hacemos con nuestra vida o lo que deberíamos hacer. Lo curioso es que en la mayoría de los casos es quien calla quién está incómoda y no la persona que se entromete.
Callamos demasiadas cosas que silenciamos con una falsa normalidad, con un "no pasa nada". Nos autoengañamos fingiendo que no pasa nada, que existe una sociedad igualitaria y que el machismo en la vida cotidiana está erradicado.
De verdad es más fácil callar, fingir y someternos?
La mujer ha conquistado muchos derechos a lo largo de la historia, ha alzado la voz innumerables veces para poder respirar. Sigue siendo necesario, imprescindible, sacar del cajón esas historias silenciadas, no solamente el #8M, sino todos los días, porque todavía hay un camino que trazar, uno seguro en la que todas las mujeres se sientan escuchadas; donde podamos salir a la calle a cualquier hora, movernos entre extraños sin pensar en si llegaremos a casa ilesas o simplemente no llegaremos.
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Es imprescindible alzar la voz porque necesitamos un "basta ya" ante todas las desigualdades y agresiones que sufre la mujer, sean del tipo que sean porque solamente de ese modo podremos hablar de libertad.
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Como decía Audre Lorde: "No seré una mujer libre mientras siga habiendo mujeres sometidas".
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El silencio no genera cambios.
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