Como casi todo lo que tiene que ver con nosotras, mujeres, está envuelto en una burbuja de desconocimiento, esto incluye las emociones, su relación con la salud femenina y todo lo que engloba cada uno de los factores. Lo cierto es que existe un gran vacío y eso nos lleva a crear una gran barrera. Como toda barrera genera una limitación que nos impide ir un paso más allá en lo que tiene relación con nosotras y nuestro autoconocimiento.
Solamente existe un modo de llenar ese vacío: con información. Una que nos permita obtener el conocimiento necesario para entendernos, conocernos y acompañarnos en el más amplio sentido de la palabra, conectando cada uno de los factores que nos conforman. En esta información casi siempre hay una gran olvidada, la emoción; pero lo que en regla general es ignorado, para mí es un hilo conductor en la salud de la mujer, un puente de comunicación. Por eso me resulta tan importante que conozcamos el papel de las emociones en este mundo multifactorial que es la salud femenina.
Para empezar este camino de autoconocimiento, necesitamos comprender qué son las emociones, cómo interactúan y por qué ellas son parte de nuestra naturaleza.
Las emociones forman parte de nosotras, nacen como resultado de los pensamientos que surgen de la mente, por eso ellas están siempre presentes.
Si tenemos en cuenta que generamos alrededor de unos 60.000 pensamientos por día y las emociones son su resultado, estamos constantemente generando emociones aunque no siempre seamos conscientes, porque no le prestamos atención. Por eso que las emociones afectan a la bioquímica del cuerpo, no son teorías, es ciencia. Somos seres emocionales, no podemos evitar esos “mecanismos” que conforman nuestra naturaleza. Están ahí desde el primer instante en el que se inicia nuestro desarrollo en el útero materno. Nuestro cuerpo se forma con el “paquete” de información que conforman las emociones, no solamente las que generamos nosotras, sino también las que heredamos, aprendemos y asumimos como nuestras; ese entorno llamado epigenética interactúa en la expresión de los genes. Toda la información emocional, desde el inicio de tu desarrollo, está en cada célula del cuerpo. De este modo, si los pensamientos generados han sido recurrentes y catalogados por nosotras como negativos, todas las reacciones que se desencadenan posteriormente, seguirán la misma línea: negativas. Las actitudes, decisiones y emociones generadas posteriormente seguirán este mismo hilo negativo. En resumen: un pensamiento “negativo”, en consecuencia desencadenará una emoción o patrón emocional negativo.
¿Cómo repercuten estos mecanismos?
Pensar que todo esto es algo emocional o mental solamente, es una visión incompleta y limitada. Cada uno de esos “mecanismos” mencionados, en primer lugar desencadena una reacción eléctrica que tiene un impacto negativo en el cuerpo, haciendo saltar todas las “alarmas” y sistemas biológicos de respuesta del cuerpo. Este choque eléctrico (o dicho de otro modo, energético), desencadena una cascada de reacciones bioquímicas que alteran los sistemas nervioso y endocrino; a su vez este produce reacciones hormonales que desequilibran la producción hormonal, teniendo consecuencias en la salud hormonal.
Por supuesto, las emociones no interfieren solamente en el sistema endocrino, ya que al provocar alteraciones en la actividad eléctrica (energética), también se altera la membrana celular, que además se está renovando constantemente, pero la cuestión es, ¿cómo lo hace?, ¿de qué forma se renueva?
Con información, pero no una información cualquiera, con ese paquete de información emocional que hemos generado. Esto quiere decir que si esas emociones son aquellas que nosotras tipificamos como negativas, generan un cuadro de estrés emocional y a su vez orgánico que actuará en las células. Es en este momento que las emociones accionan su papel como detonantes. Como ves las emociones juegan un papel más relevante de aquel que habíamos aprendido.
Entonces, la pérdida, el abuso, abandono, sumisión, desvalorización, etc., cada una de las emociones y sentimientos, así como cada uno de los patrones de información emocional que conforman, están directamente vinculados a la actividad eléctrica de cada órgano.
Pero, si interfiere en el funcionamiento de cada órgano, ¿por qué el útero tiene tanta relevancia cuando hablamos de la salud femenina?
En algunas ocasiones se habla de que es solamente por la diferencia anatómica entre el sistema reproductor masculino y femenino. En cambio, desconocemos que el útero es el órgano de la vida, la primera casa, el hogar, más allá de la elección de ser madre o no, es el órgano en el que nos hemos desarrollado cada una de nosotras. Esa es una de las razones por las cuales representa uno de los centros energéticos y de información más relevantes del cuerpo de la mujer, eso lo convierte en uno de los órganos con más correspondencias emocionales.
Así que, cuando generamos de forma recurrente una serie de patrones emocionales como pérdida, abandono, vacío, abuso u otras del género, automáticamente esta información altera no solo el sistema endocrino, sino también la actividad del sistema nervioso y la respuesta celular de los ovarios (ellos también son glándulas), pero sobre todo del útero, que es receptor de toda esa información. Hace un tiempo atrás se creía que el útero no tenía un papel relevante en la salud de la mujer, ahora sabemos que lo que antes se creía que era una díada cerebro-ovarios y que solamente ellos eran los responsables, receptores y emisores de la información, no era cierto, ya que estamos hablando de una triada, en la que el útero también está incluido. De este modo, no es un órgano pasivo relegado solamente a la reproducción como aprendimos, es un órgano que forma parte activa de los mecanismos de comunicación a todos los niveles (psico-emocional, física y energética). Por eso, aun sin ser conscientes de ello, cada patrón emocional se convierte en una “semilla” que alimentamos, desarrollándose de forma incorrecta en el útero, manifestando síntomas como miomas, pólipos, quistes, trastornos relacionados con la fertilidad, etc. El cuerpo nos está diciendo que algo no va bien.
En definitiva, generamos emociones que resuenan con la representación eléctrica y bioquímica del útero: la vida. Además la información del útero y el propio útero fisiológicamente, por su relevancia, va más allá, conecta generaciones de información.
Comprender cómo todo lo que pensamos, sentimos y estilo de vida interactúa en nuestra salud femenina, es una llamada a la acción para cuidarnos de forma natural, cuidando también nuestras emociones para que estas no actúen como detonantes, sino como aliadas; este es el primer paso para crear ese camino de bienestar.
Yoland Castillo
Artículo escrito para la Revista Natural
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